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Esta es la historia de Antü de la lanza, un joven que vivía junto a su padre en un pequeño campo. El padre se dedicaba a trabajar en madera creando artesanías y materiales para carretas de carga o para las casas, las rukas. El joven, en tanto, se dedicaba en su tiempo libre a hacer lanzas.

Un día, Antü de la lanza le dijo a su padre: “Chaw papá, voy a salir en busca de trabajo”.

“Hijo, ¿Por qué llevas tu lanza? ¿Adónde vas a ir?“- Dijo el chaw padre.

“La llevaré sólo en caso de encontrarme un animal feroz en la cordillera, intentaré viajar con un par de amigos que también quieran encontrar trabajo.” - Dijo Antü.

“Te deseo buen viaje y no te olvides volver” - Dijo el chaw padre.

El joven se arregló, armó su rokiñ, tomó su caballo y su lanza y cabalgó por un hermoso sendero lleno de Araucarias, a los pocos kilómetros se encontró a un joven.

“¡Mari Mari, peñi! ¿Cómo se llama usted?” - Preguntó Antü.

“Mi nombre es Antü del Río” - Dijo el otro joven.

“¿También tienes lanza?” - Le preguntó Antü de la lanza.

“¡Sí!, sí tengo” - Contestó el joven.

Entonces Antü de la lanza invitó a Antü del río a viajar juntos. Más allá, por el sendero, encontraron a otro joven, lo saludaron: “ ¡Mari Mari!” y le preguntaron: “¿Cómo se llama?”

Él joven respondió: “Antü de la Montaña”.

“¿Tiene lanza?” - Preguntaron los Antüs.

“¡Sí, aquí está mi lanza!”. - Respondió

Así que también lo invitaron a viajar.

Cabalgaron y cabalgaron y, de pronto, llegaron a un río cordillerano con mucho caudal, los tres se preguntaron cómo cruzar, Antü del Río recordó y respondió: “¡Yo conozco un vado por donde podemos cruzar el río!”, ambos lo siguieron y rápidamente encontraron un lugar donde atravesar el río junto a sus caballos.

Más allá encontraron un cerro nevado y se preguntaron: “¿Cómo vamos a pasar por este cerro? ¿Dónde habrá un camino?” Ya había entrado la noche y al acceder al bosque del cerro, habían muchas trampas de nieve.

Le preguntaron a Antü de la Montaña: “¿Tú sabes cómo podemos pasar por esta montaña?”

“¡Sí, claro que sí!”- Dijo Antü de la Montaña; “Haremos un refugio aquí en la entrada del bosque y al amanecer les mostraré el camino que cruza este cerro”.

Finalmente, llegaron al valle donde encontraron un letrero que decía: “Se necesitan obreros para rozar”. Los tres jóvenes se miraron y se desearon lo mejor entre ellos, “mucho newen peñi”, decían.

Se adentraron hacia el lugar y preguntaron por el patrón.

“Hola, jóvenes, ¿cómo están?” - Preguntó el patrón.

“¡Hola, bien!” - Respondieron - “Estamos buscando trabajo”.

El patrón dijo: “El único trabajo que tengo es rozar este inmenso campo que será plantado con muchos árboles que crecen muy rápido.”

“Aunque debo advertirles, existe un gigante que molesta mucho, se lleva a las mujeres y niños de algunos trabajadores, entra a las casas y arrasa con todo, a veces, se roba la comida. A lo mejor ustedes pueden hacer algo porque tienen lanzas para defenderse. En caso de que ustedes logren vencer al gigante, yo les puedo pagar muy bien.” - Aseguró el patrón.

Los jóvenes aceptaron, hicieron una fogata y pusieron la comida a cocinar, arreglaron todo y preguntaron quién iba a estar a cargo de cuidar. Antü de la Montaña se ofreció.

De repente, mientras Antü de la Montaña estaba alerta, apareció el gigante enfurecido, destapó la olla y botó todo el alimento al suelo. Antü de la Montaña intentó luchar con su lanza, pero el gigante miró la lanza y la convirtió en arena. Luego de eso, se fue y Antü de la montaña quedó espantado.

Al día siguiente, Antü del Río se ofreció a hacer la guardia. Nuevamente llegó el gigante, Antü del Río tomó su lanza, pero el gigante al tan sólo mirar, la convirtió en hojas. Antü del Río quedó paralizado.

Finalmente, Antü de la Lanza preguntó con exactitud a sus amigos qué había sucedido, ellos le contaron. A él le pareció muy extraño que el gigante no los haya atacado y tan solo haya transformado las lanzas. Esa noche fue Antü de la Lanza quién se quedó a esperar al gigante.

En la noche volvió a aparecer el gigante, Antü de la lanza lo miro a los ojos sin tomar su lanza y le preguntó: “¿Por qué estás causando daño a mis peñis?”

El gigante le respondió: “Yo soy el Ngen de este valle, estoy a cargo de cuidar los manantiales, la fauna, los bosques nativos. Tus peñis estan destruyendo mi hogar, porque están quitando toda la naturaleza existente para plantar todo el terreno con un solo tipo árbol.”

Antü de la lanza lloró por lo que le estaba diciendo el Ngen, le pidió disculpas y prometió hablar con el patrón. El Ngen dijo que esperaría un tiempo, pero si las personas no controlaban su ambición por seguir plantando ese árbol, los ngen no dejarían tranquilos a los trabajadores, además el Ngen explicó:

“Si no hay balance en la naturaleza, los manantiales se secarán, las plantas medicinales serán escasas, la tierra se volverá infértil sin poder ser cultivada y los incendios brotarán de la nada por la sequía en las tierras”.

Antü de la lanza, habló con su patrón explicando que la solución es limpiar ese terreno y plantar solo una porción de él con esos árboles, lo demás debía ser respetado para que existiera el equilibrio necesario, le explicó que al hacer esto, todo sería más fácil, los Ngen no estarían molestos y los trabajadores podrían trabajar tranquilos.

El patrón reflexionó y aceptó.

Fue así como todos se admiraron de que Antü de la lanza no usó su arma! para vencer al gigante, ya que, finalmente, el gigante no debía ser vencido, sólo debía ser escuchado. El equilibrio llegó al valle, y todos pudieron convivir plenos.

A veces creemos que la violencia es el único camino, Antü de la lanza tuvo la valentía de no tomar su lanza, e intentar hablar con el gigante antes de pelear, finalmente se dió cuenta de que el gigante no era un enemigo.

Para la cultura Mapuche el equilibrio en la naturaleza es muy importante, tomar de la naturaleza sólo lo que se debe es una ley para la mayoría de los pueblos andinos a diferencia con la cultura occidental en la que estamos inmersos. Para muchas personas es difícil entender el concepto menos es más, y finalmente, este concepto es una llave a la felicidad.

Epew perteneciente a la cultura Mapuche, relatado por Sra. Paula Painén, Tesoro Humano Vivo.